La noche suele ser el escenario predilecto para situaciones extrañas, terroríficas y hasta divertidas, pero ninguna como la leyenda de “El Cazador de San Borja”, al que jamás pensé encontrar.
Era una fiesta normal, un fin de semana de aquellos que uno suele disfrutar en cualquier momento, caminando por las calles para dirigirse a pasar un buen momento. Era la noche perfecta, con los amigos, las amigas y todo parecía indicar que estábamos frente a lo que sería un super tonazo.
La noche estaba en su punto, había pasado una semana exacta desde que nos habíamos juntado para celebrar un cumpleaños y las imágenes, poco a poco, se fueron repitiendo, danzas exóticas calibradas por un buen número de tragos, los muchachos haciendo las bromas de siempre, “asesinando” a todos los que se cruzaban por el camino, las chicas luciéndose y bailando, el humo del cigarro invadiendo el lugar, los tragos iban, venían y regresaban por la misma puerta de donde salían.
El reggaeton, el “perreo” decente de la muchachada fue reemplazado por la música ochentera, y los bailes exóticos iban en aumento “culpa del trago” decían, pero todo era para matarse de risa… hasta hay fotos y videos de un buen amigo nuestro bailando fiel a su estilo… Ratón tendría un calificativo apropiado, pero no viene al caso traerlo.
Todo iba bien, cuando de pronto, un grupito llegó bordeando la medianoche (hasta hoy no sabemos su origen). Se colocó en un rincón de la casa y empezó a tonear, de pronto me di cuenta que uno de nuestros integrantes desapareció, no sabíamos donde estaba…
- Pero si está ahí bailando – dijo alguien
- Ya quítenle el trago – bromearon otros
Sin embargo esas desapariciones resultaban extrañas en todo momento, pero él aparecía al rato, a nuestro lado bromeando, tomando y bailando, pero después ya no era con nosotros… optó por ir al otro grupo que llegó a la medianoche.
De pronto a las 2 o 3 de la mañana, no lo recuerdo muy bien, apareció algo en la sala… la dueña de la casa se preocupó por la imagen que eso dejaría…
Yo todavía puedo recordarlo… la imagen es imposible de borrarla, yo estaba en un rincón del pasillo saliendo del baño, y lo vi… era un ser casi indescriptible, se contorneaba horriblemente alrededor de su víctima, sus fauces se abrían de manera desaforada, bordeaba a aquella ¿inocente? criatura que se estaba convirtiendo sin saber (¿o sí sabía?) en su víctima.
Ahí estaba y todos veíamos absortos como en medio de una danza infernal la envolvía y acercaba sus mandíbulas hacia su rostro, cuando de pronto, llevada por un impulso casi animal, ella se dejó caer en sus garras y fue vilmente devorada.
A las 6 de la mañana regresábamos a nuestras casas, sorprendidos por lo que vimos y nuestro amigo que había desaparecido se apuró, medio ebrio, a tomar el taxi en que nos íbamos… hoy ha pasado mucho tiempo y todos recuerdan a ese ente que lo llamamos “El Cazador de San Borja” pero nuestro amigo… NO RECUERDA NADA!!!